AUTOR: José Alejandro Estrada Ugalde
Resumen
La vacunación se ha vuelto esencial para reducir la propagación del virus, proteger a grupos vulnerables y restaurar la normalidad en las comunidades. Aunque los pacientes pediátricos tienden a experimentar síntomas menos graves en comparación con los adultos, es fundamental confirmar los diagnósticos de COVID-19 mediante pruebas diagnósticas como la PCR, considerada la prueba estándar para la confirmación de la enfermedad. A medida que las vacunas contra la COVID-19 se han desarrollado y distribuido, la atención se ha centrado en la vacunación pediátrica como una herramienta fundamental para controlar la propagación del virus y proteger a la población más joven. La vacuna Pfizer-BioNTech ha demostrado ser altamente efectiva en el sector pediátrico, con una eficacia de 90.7%. Además, los síntomas secundarios asociados con esta vacuna usualmente son leves. En general, la vacunación de pacientes pediátricos desempeña un papel crucial en la reducción de riesgos y la disminución de la propagación del virus, lo que es esencial para superar esta pandemia.
Palabras clave: vacunas, infantil, COVID-19
Abstract
Vaccination has become crucial in mitigating the spread of the virus, safeguarding vulnerable groups, and restoring normalcy in communities. While pediatric patients tend to experience milder symptoms compared to adults, it is imperative to confirm COVID-19 diagnoses through diagnostic tests such as PCR, considered the gold standard for disease confirmation. As COVID-19 vaccines have been developed and disseminated, attention has shifted to pediatric vaccination as a pivotal tool in controlling virus spread and safeguarding our youth. The Pfizer-BioNTech vaccine has demonstrated high efficacy in the pediatric sector, with an efficacy of 90.7%. Additionally, secondary symptoms associated with this vaccine are generally mild. Overall, the vaccination of pediatric patients plays a critical role in risk reduction and curbing virus spread, which is essential in overcoming this pandemic.
Keywords: vaccines, pediatric patients, COVID-19
Introducción
La pandemia global de COVID-19 ha tenido un impacto significativo en nuestras vidas, afectando a personas de todas las edades, incluyendo a la población infantil. A medida que avanzamos, los esfuerzos de vacunación se han desplegado en todo el mundo, logrando mitigar la crisis y reducir su propagación.1 En un principio, los protocolos de vacunación se centraron en los adultos mayores y posteriormente se ampliaron para incluir a adultos y adolescentes;2 sin embargo, una notoria ausencia en este proceso fue la falta de disponibilidad de vacunas para menores de 12 años, principalmente debido a la escasez de ensayos clínicos en este sector de la población necesarios para evaluar su seguridad y eficacia y considerar el balance de riesgo-beneficio.3
A pesar de que se ha demostrado que los niños tienen un menor riesgo de desarrollar enfermedades graves relacionadas con el SARS-CoV-2, aún existe la posibilidad de que puedan experimentar una enfermedad grave en caso de infección.4 Además, la vacunación contribuye a prevenir el contagio hacia grupos más vulnerables, como pacientes geriátricos y personas inmunocomprometidas.4 Si bien, las vacunas actuales no proporcionan una protección completa contra la transmisión viral, contribuyen significativamente a la reducción de la propagación del virus.4
Efectos de la COVID-19 en la población pediátrica
Comprender los signos y síntomas, así como las pruebas diagnósticas, resulta fundamental para la identificación de casos de COVID-19.5 Es importante destacar que los síntomas pueden variar en su gravedad y presentación, y no son específicos de la enfermedad, pudiendo manifestarse en un espectro que abarca desde la ausencia de síntomas hasta neumonía severa.6 Además, en el caso de los pacientes pediátricos, es común que no comuniquen de manera clara y completa sus síntomas, lo que resalta la importancia de recurrir a pruebas de diagnóstico en todos los casos, independientemente de la edad del paciente, para confirmar la presencia o ausencia del virus. En este sentido, se recomienda el uso de la técnica de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) como el estándar para confirmar el diagnóstico.5
Durante el año 2020 se observó que 20% de los pacientes pediátricos eran asintomáticos, 33% presentaba síntomas leves, como tos, rinorrea, fatiga, dolor de cabeza, mientras que algunos presentaban únicamente síntomas digestivos, como diarrea, con poca o ninguna fiebre. Cincuenta y uno por ciento mostraba síntomas moderados de neumonía, tales como fiebre y tos seca que evolucionaba a tos con expulsión de esputo, sibilancias y lesiones pulmonares detectadas en tomografías computarizadas. Solo 7% presentaba síntomas graves, que incluían un inicio temprano de síntomas respiratorios y gastrointestinales, lo que llevaba a hipoxia, disnea y una disminución de la saturación de oxígeno por debajo de 0.92. Entre los síntomas más comunes en estos pacientes se encontraban fiebre, tos, dolor de garganta, rinorrea y congestión nasal.7 Estos hallazgos condujeron al desarrollo de vacunas contra el virus SARS-CoV-2, considerando los síntomas observados en la población y sus posibles riesgos.
Desarrollo de vacunas contra la COVID-19
Para comprender el funcionamiento y desarrollo de las vacunas, es esencial conocer el virus para el cual se han desarrollado. El SARS-CoV-2, detectado por primera vez en diciembre de 2019 en Wuhan, China, se ha propagado a nivel mundial, convirtiéndose en una emergencia mundial que ha tenido profundas repercusiones en nuestra sociedad.8 Este virus tiene una estructura característica de ARN de cadena única y posee una proteína especialmente relevante conocida como la proteína Spike (Spike protein).9
La función clave de esta proteína es facilitar la unión del virus a receptores específicos en las células del huésped, particularmente al receptor de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2), lo que permite al virus penetrar en la célula. La proteína Spike consta de dos subunidades: la subunidad S1, encargada de la unión, y la subunidad S2, que promueve la entrada del virus en la célula para su posterior infección.10
Diversas investigaciones han descubierto que la proteína Spike tiene la capacidad de provocar una respuesta inmunológica mediada por los linfocitos T, lo que la convierte en un objetivo primordial para el diseño de vacunas contra el SARS-CoV-2.11. Al apuntar hacia esta proteína, las vacunas pueden efectivamente impedir la entrada del virus en las células huésped, lo que contribuye de manera significativa a la prevención de la infección.10
En la actualidad existen principalmente cuatro tipos de vacunas contra la COVID-19: las vacunas de ADN, las vacunas de ARN mensajero (ARNm), las vacunas de virus inactivado y las vacunas de vector viral.10 Las vacunas de ARNm, como las desarrolladas por Moderna y Pfizer-BioNTech, se basan en la introducción de moléculas de ARNm sintético en las células del cuerpo, las cuales contienen instrucciones específicas para producir una proteína viral o una parte de ella. Por otro lado, las vacunas de ADN operan de manera similar, pero en lugar de utilizar ARN, emplean fragmentos de ADN. Sin embargo, no hay vacunas de ADN disponibles hoy día combatir la COVID-19. Las vacunas de virus inactivado, como Sinopharm y Bharat Biotech, consisten en virus SARS-CoV-2 que han sido inactivados para que no puedan causar la enfermedad, pero que aún puedan estimular una respuesta inmunológica.9 Por último, las vacunas de vector viral utilizan una versión modificada en laboratorio de un virus diferente para producir la proteína Spike y desencadenar una respuesta inmunitaria. Ejemplos de estas vacunas incluyen Johnson & Johnson, Sputnik V y AstraZeneca-Oxford.10
Antes de que una vacuna pueda administrarse a la población, debe pasar por distintas fases de desarrollo. En la fase preclínica, se realizan pruebas experimentales en animales, cultivos de tejidos o células para evaluar su seguridad y beneficios.12 Luego, en la Fase I, se administra la vacuna a un grupo reducido de alrededor de 100 personas para observar sus efectos biológicos y determinar la dosis y la vía de administración adecuadas.12,13 La Fase II amplía el grupo de participantes a entre 200 y 500 individuos para evaluar la seguridad, la capacidad inmunogénica, la dosis propuesta y la eficacia. En la Fase III se aumenta aún más la cantidad de voluntarios en diferentes países y se incluyen grupos de control y vacunas placebo para verificar la eficacia de la vacuna. Finalmente, en la Fase IV, la vacuna es aprobada y se llevan a cabo estudios de efectividad y monitorización de posibles efectos secundarios o adversos.12,13
Actualmente, las vacunas aprobadas por la OMS incluyen Pfizer-BioNTech, Moderna, Sputnik V, AztraZeneca-Oxford, Sinovac, Sinopharm, Bharat Biotech, Janssen, Novavax, CanSino y Valneva.14
Eficacia y seguridad de las vacunas en pacientes pediátricos
La Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos aprobó el uso de la vacuna desarrollada por Pfizer-BioNTech en la población pediátrica. Esta vacuna se basa en tecnología de ARNm, se administra en dos dosis de 10 μg en 0.2 mL cada una, con un intervalo de 3 semanas entre ellas.16 La aprobación se fundamentó en pruebas que involucraron a aproximadamente 4,600 niños y demostraron una efectividad del 90.7% en la prevención de los síntomas de la enfermedad, disminuyendo significativamente el riesgo de futuras posibles complicaciones.15
Durante los meses de noviembre y diciembre de 2021 se administraron un total de 8.7 millones de dosis de esta vacuna a niños de 5 a 11 años en Estados Unidos.16 De estos, solo se reportaron 4,249 casos al Sistema de Notificación de Eventos Adversos a las Vacunas (VAERS), un sistema de vigilancia pasivo gestionado por la FDA y el CDC, en el que cualquier persona puede informar sobre posibles efectos secundarios relacionados con la vacuna. Estos efectos secundarios incluyeron síntomas como fiebre, dolor de cabeza, fatiga, dolor articular, entre otros, y en su gran mayoría (97.6%) no fueron considerados graves.16
Además, 42,504 se inscribieron niños en el programa v-safe, que consiste en un seguimiento posterior a la vacunación mediante encuestas enviadas por mensaje de texto y páginas web. De estos, 17,180 informaron sobre reacciones locales, como dolor en el lugar de la vacunación, y 12,223 tuvieron reacciones sistémicas, que incluían síntomas como fatiga o cefalea.16 La vacunación de pacientes pediátricos con la vacuna de Pfizer-BioNTec ha demostrado ser segura y los efectos adversos, en su mayoría, no son graves. La FDA ha confirmado una eficacia de aproximadamente 90.7% en niños de 5 a 11 años.15
La Secretaría de Salud de México dio a conocer a través de su página de internet “vacunacovid.gob.mx” que los niños entre 5 y 11 años recibirían la vacuna de Pfizer-BioNtech en dos dosis de 10 μg en un intervalo de 3 a 6 semanas entre la primera y segunda aplicación.17 Además, se detallaron los efectos secundarios más comunes posteriores a la aplicación de la vacuna, tales como dolor, hinchazón y enrojecimiento en el lugar de aplicación. También se mencionó la posibilidad de fiebre, dolor de cabeza, cansancio, dolor muscular, escalofríos o náusea.17
Conclusión
La vacunación en pacientes pediátricos representa una medida crucial en la lucha contra la COVID-19, ofreciendo una protección efectiva de 90.7%. Asimismo, desempeña un papel crucial en la disminución de la propagación del virus y en la salvaguarda de los grupos vulnerables. Si bien pueden surgir efectos secundarios, en su mayoría no son graves. La vacuna Pfizer-BioNTech, actualmente la única aprobada para su uso en niños en México, ha demostrado ser tanto segura como altamente efectiva. Desde una perspectiva de análisis costo-beneficio, los beneficios superan ampliamente los riesgos.
Referencias
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