AUTOR: José Pablo Tame Véliz
Resumen
La importancia de las vacunas ha trascendido con el paso del tiempo, ya que han confirmado su eficacia y seguridad al controlar e incluso erradicar enfermedades que antaño eran consideradas mortales y mermaban gran parte de la población en todo el orbe. Sin embargo, y a pesar de los hechos científicos comprobados acerca de la utilidad de las vacunas, han surgido grupos que han arremetido en contra de su uso, aduciendo argumentos sin bases científicas, con trasfondos políticos, religiosos e incluso místicos. Esto ha generado el resurgimiento de algunas enfermedades, como el sarampión, que se presenta hoy con mayor virulencia que en el pasado, afectando no sólo al núcleo familiar, sino a la sociedad global. Parte de la solución a este problema radica en la implementación de estrategias más efectivas de difusión acerca de la utilidad e inocuidad de las vacunas para la población de todos los grupos etarios.
Palabras clave: vacunación, desinformación, inmunidad de rebaño, desconfianza, antivax, desigualdad
Abstract
The importance of vaccines has transcended over time, as they have demonstrated their efficacy and safety in controlling and even eradicating diseases that were once considered deadly and significantly impacted populations worldwide. Despite the scientifically proven benefits of vaccines, there have emerged groups opposing their use, citing arguments devoid of scientific basis, and often rooted in political, religious, or even mystical beliefs. This has led to the resurgence of certain diseases, such as measles, which now presents with greater virulence than in the past, affecting not only individual families but the global society at large. Part of the solution to this problem lies in the implementation of more effective strategies for disseminating information about the usefulness and safety of vaccines across all age groups of the population.
Keywords: vaccination, disinformation, herd immunity, distrust, antivaxx, inequality
Introducción
Las vacunas desempeñan un papel de suma importancia en la prevención y el control de enfermedades infecciosas, así como en la preservación de la salud pública global. Su principal función es la prevención de casos de una enfermedad y al mismo tiempo la disminución de los efectos de dicha alteración en una persona afectada. Por medio de la administración de vacunas se ha logrado la erradicación completa de patologías importantes como la viruela y la poliomielitis.1,2
La inmunización masiva es un componente crucial para la estrategia de control de enfermedades infecciosas. Cuando un porcentaje importante de la población participa en campañas de vacunación y completa su esquema de vacunación crea una barrera conocida como inmunidad colectiva, la cual representa un impedimento para que la enfermedad se propague, lo que beneficia a quienes no pueden recibir la vacuna debido a diversas condiciones médicas. En el contexto de la COVID-19, la inmunización masiva ha sido una estrategia clave para controlar la propagación del virus.3,4
No obstante, a pesar de la comprobada función de las vacunas y su impacto en la salud pública, se ha observado que un sector de la población ha desarrollado una desconfianza a las mismas derivada de diversos factores como la desinformación, teorías de conspiración o escepticismo ante el rápido desarrollo de nuevas vacunas, entre otros. Lo anterior pone en riesgo la salud comunitaria y puede tener repercusiones graves en el sector salud, como son los brotes de enfermedades ya controladas. Se ha comprobado que la negativa a la vacunación tiene como consecuencia la disminución de la cobertura vacunal, así como el aumento de brotes de epidemias prevenibles mediante la vacunación.5
Las vacunas han demostrado ser una herramienta poderosa para la prevención de la aparición y el control de la propagación de enfermedades infecciosas. Gracias a campañas de inmunización a nivel mundial, hemos sido testigos de logros impresionantes en la erradicación de patologías que alguna vez representaron graves amenazas para la humanidad.5,6 Algunas enfermedades erradicadas incluyen la viruela y la difteria, mientras que se ha bajado significativamente la tasa de mortalidad del sarampión, paperas, tos ferina, polio paralítica, rubeola y tétanos.7
Desconfianza en las vacunas
La desconfianza en las vacunas es tan antigua como las vacunas mismas. Uno de los primeros momentos en que ocurrió este fenómeno se remonta a finales del siglo XVIII, en el Reino Unido, cuando se introdujo la vacuna contra la viruela. La gente salía a la calle a manifestarse en contra de la vacunación obligatoria, considerándolo como algo que iba en contra de la religión, ya que se elaboraban a partir de ganado vacuno. Aun así, las vacunas no eran tan eficientes y existía un riesgo real para quienes las recibían. Las personas inoculadas contra la viruela podían sufrir efectos adversos graves e incluso perder la vida.8
Esta desconfianza no ha desaparecido con el paso del tiempo. En la actualidad nos encontramos con los esfuerzos globales y coordinados que se han realizado para desarrollar una vacuna efectiva que podría ser la mejor medida para poner fin a la actual pandemia de COVID-19. Sin embargo, la eficacia de la vacuna no depende solo de sus efectos, sino también de la aceptación de la vacuna por parte de la población.9,10 En Australia, de entre 4,362 adultos encuestados, 85.8% estaría dispuesto a aceptar la vacuna contra lael COVID-19, mientras que en Estados Unidos, solo 67% de los 672 participantes encuestados aceptaría la vacuna si se recomendara. Una encuesta realizada en 19 países que incluyó a 13,426 personas encontró que 71.5% de los participantes estaría muy o algo dispuesto a recibir la vacuna contra la COVID-19, con variaciones que oscilaron desde casi 90% en China hasta menos de 55% en Rusia. En Irán, 73.2% de los 1,480 encuestados afirmaron que aceptarían una vacuna aprobada contra la COVID-19 si estuviera disponible. En Indonesia, un estudio descubrió que 93.3% de los 1,359 encuestados desearía vacunarse con una vacuna que tenga una eficacia de 95%, pero esta cifra se redujo a 67.0% cuando la eficacia de la vacuna fue de solamente 50%.11
Teorías de conspiración y otras situaciones que afectan la confianza
Las teorías de conspiración relacionadas con las vacunas a menudo se basan en enunciaciones falsas y carecen de evidencia científica sólida y confiable; de hecho, son simples especulaciones que se propagan en redes sociales. Estas cadenas interminables desinforman a mucha gente que no tienen la costumbre de verificar la veracidad de las notas y que además retransmiten a toda su red de conocidos, produciéndose entonces la propagación de situaciones sólo imaginarias, lo cual lleva a generar un miedo infundado. Un ejemplo de lo anterior se produjo durante la pandemia de COVID-19, en la que se esparció una teoría conspirativa que aseguraba que la enfermedad se transmitía por medio del 5G, para que posteriormente la gente fuese a buscar la vacuna y se les introdujese un microchip, y de esta forma el gobierno los pudiese “rastrear”.12
México enfrenta varios y significativos desafíos en su infraestructura sanitaria, lo que puede afectar la confianza en los servicios de salud y por extensión en las vacunas. Un ejemplo es la falta de acceso a la atención médica que enfrentan ciertos grupos socioeconómicos. Las personas de bajos ingresos tienen dificultad para recibir atención, mientras que aquellos con altos ingresos pueden costearse un viaje al extranjero solo para recibir una vacuna.13,14 La vacunación en México es gratuita, pero existen costos indirectos asociados, como el transporte o el tiempo requerido para ir a la vacunación; un sector de la población no puede costear esto, ya que viven precariamente; ir por una vacuna puede significar que ese día no tengan ingreso alguno.15-17
Hoy día, las vacunas se han transformado en un tema de debate y división política. En Estados Unidos, las vacunas se consideran como algo representativo de los “demócratas”. En 2021 se llevó a cabo un estudio sobre la tasa de vacunación en adolescentes y la afiliación política de sus padres, en el que se demostró que 80% de los adolescentes de padres demócratas se vacunó, mientras que sólo 25% de los adolescentes de padres republicanos lo hizo. La tasa de vacunación contra COVID-19 ha variado considerablemente entre estados. En algunos estados con una infraestructura sanitaria más sólida y menos polarización política, como Vermont, Massachusetts y Connecticut, se han logrado tasas de vacunación más altas, superando 70% de la población completamente vacunada. En contraste, estados con infraestructuras sanitarias más débiles y una mayor polarización, como Mississippi, Alabama y Wyoming, han tenido tasas de vacunación significativamente más bajas, a menudo por debajo de 50%.18
Baja tasa de vacunación
En Latinoamérica y el Caribe, la tasa de vacunación ha experimentado una disminución sin precedentes, pasando de 93% en 2012 a 75% en 2021. Este descenso se atribuye a la pandemia de COVID-19, que obligó a reorientar los recursos de salud pública hacia su combate, descuidando los programas de vacunación y resultando en la falta de vacunación de 2.3 millones de niños. Además, la desconfianza en las vacunas se ha extendido, comenzando con la vacuna de la COVID-19, cuya rápida producción generó dudas sobre su eficacia y seguridad debido a la percepción de que se aceleraron las etapas de prueba.19
Reestablecer las tasas de vacunación resultará un desafío para las instituciones de salud, ya que la desconfianza en las vacunas puede tener efectos duraderos. Para abordar esta problemática, los gobiernos y las organizaciones de salud pública deben reconstruir la confianza en las vacunas y el sistema de salud. La educación y la comunicación deben establecerse como bases para fortalecer los programas de vacunación.20Del mismo modo, para promover la aceptación y el uso de las vacunas, es necesaria una serie de estrategias bien diseñadas. Las Estrategias y Prácticas Mundiales de Inmunización Sistemática (GRISP, por sus siglas en inglés) son un ejemplo de un enfoque integral para mejorar la confianza en las vacunas. Su objetivo es reafirmar la inmunización sistemática como piedra angular para la reducción sostenida de la morbilidad y la mortalidad causadas por enfermedades prevenibles mediante vacunación en todas las etapas de la vida de cada individuo.21
Inmunidad de rebaño
El término inmunidad de rebaño se utiliza para describir el nivel de protección de una población frente a una enfermedad. Esta inmunidad se produce cuando un porcentaje elevado de la población es inmune a un patógeno y actúa como cortafuegos para proteger a la gente que no es inmune.22 Recientemente, la inmunidad de rebaño demostró la relevancia de su papel en la salud de las comunidades, ya que cuando un alto porcentaje de la población está vacunada contra la COVID-19, el virus tiene menos oportunidades de propagarse, lo que protege a toda la comunidad, incluyendo a las personas que no pueden ser vacunadas debido a problemas de salud. Esto es especialmente importante para proteger a las personas que son más vulnerables a las enfermedades graves, como los ancianos y las personas con ciertas condiciones de salud crónicas.23 Cuando baja la tasa de vacunación debido a la desinformación y movimientos antivacunas, como las teorías de conspiración que hacen creer al público que las vacunas no son seguras o se utilizan para controlar a las masas, se pierde esta protección colectiva en la población y, como resultado, los grupos de personas no vacunadas se vuelven más susceptibles a contraer y propagar una enfermedad que se pudo haber prevenido mediante la vacunación, ya que el grupo poblacional no inmune crece y en consecuencia hay más personas susceptibles de transmitir la enfermedad.
En el caso de Estados Unidos y otros países, se han creado pequeños grupos antivacunas que optan por no vacunarse y no vacunar a sus hijos. Estas personas se vuelven altamente susceptibles a contraer una enfermedad prevenible por vacunas. La existencia de estos grupos hace que se pierda la inmunidad de rebaño, lo cual tiene graves consecuencias en la salud pública, ya que puede llevar a brotes de enfermedades controladas y aumentar la tasa de contagio. Un ejemplo de este fenómeno es el resurgimiento del sarampión en Estados Unidos; en 2019 se registraron 1,282 casos, la cifra más alta desde 1992, esto debido a la baja tasa de vacunación.24
En 2019, Estados Unidos y Canadá se enfrentaron a un brote de sarampión causado en gran parte por la falta de vacunación, dosis insuficientes de la vacuna MMR, grupos de niños no vacunados a propósito, casos importados por viajeros y personas con sistemas inmunológicos debilitados. Este brote no solo ha afectado a ambas naciones, sino también al resto del mundo. Según la Organización Mundial de la Salud, entre enero y septiembre de 2019 se reportaron 1,234 casos de sarampión en Estados Unidos y 33 en Canadá, en comparación con los 372 y 28 casos reportados en 2018, respectivamente. La disminución de la vacunación en niños en los últimos años podría ser un factor contribuyente.25,26
Dificultad para controlar pandemias
En 2021, la OMS emitió un comunicado a todos sus miembros, en el que se les solicitaba hacer una mayor inversión en sus sistemas de salud, poniendo hincapié en la importancia de las vacunas para el control de las enfermedades. Este anuncio recalcó que una población sin vacunas es muy susceptible a las enfermedades, pues no sólo aumenta la tasa de mortalidad, sino también la de ataque, lo cual conlleva una mayor dificultad para combatir una pandemia.27
La inversión en el sistema de salud genera una infraestructura robusta y resiliente para garantizar atención para toda la población, mayor disponibilidad de recursos, personal capacitado y acceso equitativo.5 Cuando se tiene un sistema de salud sólido, la respuesta a pandemias es mejor, ya que la adaptación específica que requiere cada pandemia es más fácil de realizar. Un ejemplo de un sistema de salud bien desarrollado es el de Corea del Sur, ya que en la pandemia de COVID-19 tuvieron 34,571,873 casos y 35,934 muertes, cifras que lo hacen uno de los países con menor índice de mortalidad, lo que se debe a la cooperación de la población y un gran sector salud.28,29 Al contrario, si se presenta una pandemia en una nación que no tenga un sistema de salud sólido, habría escasos recursos, con personal poco capacitado o sobreexplotado y sin un acceso equitativo, lo cual imposibilita una atención digna; esto lleva a la dificultad de controlar los brotes y al aumento de la tasa de mortalidad.
La desconfianza en las vacunas dentro de una población representa un desafío considerable y persistente para el control de pandemias futuras. Cuando una parte considerable de la población duda de la seguridad o eficacia de las vacunas, se reduce la tasa de vacunación y, por lo tanto, disminuye la inmunidad colectiva, necesaria para frenar la propagación de enfermedades infecciosas. Esto crea un ambiente propicio para la persistencia y propagación de patógenos. La falta de confianza en las farmacéuticas y sus protocolos para hacer vacunas puede desencadenar la difusión de información errónea y teorías de conspiración, lo que complica aún más los esfuerzos de salud pública. Una campaña que busca combatir la desinformación es “Aliados contra la desinformación” de la OMS y UNICEF, la cual busca atenuar dudas que surgen sobre la vacunación contra la COVID-19 a través de medios de comunicación como redes sociales y el diario “El País”, en donde se compartían artículos que refutan los rumores con datos certeros.30
Las enfermedades infecciosas, en especial las que se transmiten fácilmente de persona a persona, se pueden propagar más rápido en una población no vacunada (31). Cuando una persona no está vacunada tiene una mayor susceptibilidad a ser contagiado y por consecuencia a propagar la enfermedad a otra persona. Esto crea un ambiente donde un brote puede salirse de control. La tasa de ataque será mayor durante el brote, lo que hace más probable que se llegue a una epidemia y después a una pandemia.
Desconfianza en el sector salud
La desconfianza en las vacunas puede actuar como una semilla de duda que, una vez sembrada, puede crecer y llevar a perder la confianza que existe en todo el sistema de salud. Cuando las preocupaciones sobre la seguridad de las vacunas se difunden en las redes sociales y de persona en persona, esas dudas pueden extenderse como una mancha en la percepción pública de las instituciones de salud y los profesionales médicos. Esta desconfianza puede amplificarse, afectando no sólo la confianza en las vacunas, sino también en la percepción general de la integridad de todo el sistema de salud.5 En la pandemia de COVID-19, la rápida difusión de teorías de conspiración y desinformación sobre las vacunas contra la COVID-19 ha llevado a una significativa cantidad de personas a dudar de su seguridad y eficacia.14 Esto ha tenido un impacto directo en las tasas de vacunación; en Estados Unidos solamente 70% de la población cuenta con una inmunización completa, dificultando los esfuerzos para lograr la inmunidad colectiva y controlar la propagación del virus.32 La desconfianza en las vacunas no solo pone en peligro a quienes optan por no vacunarse, sino que también tiene un efecto dominó al debilitar la percepción general de la integridad de todo el sistema de salud.
La difusión y el aumento de la desconfianza pueden extenderse a otras áreas de la atención médica, haciendo que algunos cuestionen la seguridad de otros tratamientos, las recomendaciones médicas y la toma de decisiones de los profesionales de la salud. Como resultado, se ve dañada la relación vital médico-paciente, lo que puede llevar a la resistencia a seguir tratamientos y recomendaciones médicas esenciales.33Los mecanismos comunes de promoción de la confianza, como las definiciones claras de derechos y obligaciones, enfoques utilitarios y transparencia de datos están destinados al fracaso cuando prevalece la desconfianza.
Además, la desconfianza en las vacunas puede tener graves implicaciones en situaciones de crisis de salud pública. Durante brotes de enfermedades o pandemias, la cooperación pública es esencial para controlar la propagación de la enfermedad. Si existe una desconfianza generalizada en las medidas de salud pública, como el uso de mascarillas o el distanciamiento social, la respuesta se ve comprometida, lo que puede prolongar la duración y la gravedad de una crisis.5,6
En México, la falta de recursos y la centralización en el sistema de salud hace que no haya atención equitativa para toda la población; por ello se genera una desconfianza en la atención médica y en las campañas de vacunación. La desigualdad en la atención crea la percepción que la calidad de atención puede variar según la ubicación o la clase social. La desconfianza en las vacunas ha tenido impactos concretos en la toma de decisiones de los pacientes y en la respuesta del público durante crisis de salud pública. Ejemplos contundentes ilustran cómo esta desconfianza puede tener efectos negativos significativos en la salud pública. Por ejemplo, en varios países se han observado brotes de sarampión debido a la disminución de la confianza en las vacunas, en comunidades donde la vacunación ha disminuido debido a preocupaciones infundadas sobre efectos secundarios inexistentes. Esto demuestra cómo la desconfianza puede resultar en la reaparición de enfermedades previamente controladas. Además, la resistencia a la vacuna contra la gripe persiste, a pesar de la disponibilidad de la vacuna, debido a la falta de confianza en su eficacia y el temor a los efectos secundarios. Esto puede llevar a una propagación más rápida de la gripe y poner en riesgo a grupos vulnerables. La desinformación y la falta de transparencia desempeñan un papel importante en la generación de esta desconfianza, lo que destaca la necesidad de abordar estos problemas para garantizar que la población confíe en las vacunas y en las medidas de salud pública necesarias para mantener la seguridad de la comunidad. Esto altera la capacidad de un país para controlar enfermedades infecciosas y mantener la salud pública en general. Sin embargo, según la UNICEF, la confianza de los mexicanos en las vacunas aumentó después del estallido de la pandemia de COVID-19. El porcentaje de la población que considera que las vacunas son importantes para la infancia llega en la actualidad a 93% en México. A pesar de esto, México se encuentra en la lista de los 20 países con mayor número de niños “cero dosis”, lo que significa que nunca han recibido una vacuna.34
Brote de enfermedades
La desinformación sobre las vacunas va de la mano con el resurgimiento de enfermedades controladas y la dificultad para frenar nuevos brotes. El resurgimiento de enfermedades previamente controladas se debe a una disminución en la tasa de vacunación y la falta de cumplimiento con el esquema de vacunación de cada país. En el caso de México, como en otros países, si los padres de un niño deciden no aplicarle la vacuna pentavalente (difteria, pertussis, tétanos, HiB y polio) porque temen a las consecuencias que puede tener la inoculación, la falta de esta vacuna le hará susceptible a contraer cualquiera de estas enfermedades.6,35Además, no sólo ponen en riesgo la salud de su propio hijo, sino también la de toda la comunidad, ya que hay un sector de la población que no puede recibir la vacuna debido a razones médicas legítimas, como alergias o sistemas inmunológicos comprometidos, y dependen de la inmunidad colectiva para protegerse.22 Cuando un número significativo de personas elige no vacunar a sus hijos debido a la desinformación, se debilita la barrera de inmunidad colectiva, lo que facilita la propagación de enfermedades prevenibles.
Conclusión
La propagación de información errónea acerca de las vacunas a nivel mundial plantea un dilema crítico que no podemos ignorar. Este desafío se manifiesta como una creciente desconfianza en las vacunas, lo que pone en peligro la salud pública y nos coloca en una posición vulnerable para enfrentar futuras amenazas pandémicas. La importancia de abordar este problema de manera eficaz y rápida no puede pasar a segundo plano.
Para contrarrestar la desinformación en torno a las vacunas, es esencial fortalecer y restaurar la confianza en el sistema de salud. Esto implica educar al público basándonos en datos y evidencia científica sólida. La educación basada en hechos y resultados empíricos se convierte en una herramienta poderosa para disipar temores infundados y desmentir mitos que rodean a las vacunas. Además, es crucial resaltar por qué la vacunación es de suma importancia para proteger a nuestras comunidades y prevenir la reaparición de enfermedades que alguna vez se consideraron controladas o erradicadas.
La colaboración interdisciplinaria entre profesionales de la salud, científicos y comunicadores es fundamental para el éxito de este esfuerzo. Los profesionales de la salud y los científicos pueden proporcionar información precisa y basada en evidencia sobre las vacunas, abordando directamente las preocupaciones del público. Los comunicadores, por su parte, desempeñan un papel vital en traducir este lenguaje técnico en mensajes accesibles para el público en general. Su habilidad para comunicar de manera efectiva es crucial para llegar a las audiencias de manera persuasiva.
Además, esta colaboración puede ayudar a desmentir la desinformación existente y abordar activamente las falsedades. La identificación de mitos y su refutación, junto con la creación de contenido educativo, pueden contribuir significativamente a este esfuerzo.
En última instancia, la lucha contra la desinformación y la promoción de la vacunación no es solo un desafío local, sino un compromiso global. Nos recuerda que la salud de todos está interconectada y depende de un esfuerzo colectivo para garantizar la protección de la salud pública y estar preparados para futuras amenazas de enfermedades. La colaboración entre estos sectores es esencial para asegurar un futuro más seguro y saludable para todos.
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