Vacunación e influenza

Autores: Dr. Roberto Mendoza García1, Dra. Elizabeth Pérez Islas2 

1 LANS Laboratorios de referencia S.A. de C.V

2 Departamento de Patología, Instituto Nacional de Cancerología.

Resumen

La influenza, conocida como gripe, es una enfermedad respiratoria altamente contagiosa causada por los virus de la influenza (A, B, C y D). La mayoría de las personas experimentan síntomas respiratorios repentinos y dolores musculares, acompañados o no de fiebre, y suelen recuperarse en aproximadamente 1 semana. Sin embargo, en algunos casos se requiere hospitalizar al paciente e incluso puede resultar mortal. Históricamente, se han registrado cuatro pandemias de influenza desde principios del siglo pasado, provocadas por los virus H1N1, H2N2 y H3N2. La última pandemia, en 2009, fue causada por un virus H1N1 de origen porcino.

Entre las medidas preventivas para la influenza se incluye la vacunación anual, una buena higiene de manos, evitar el contacto cercano con personas enfermas, cubrirse la boca al toser o estornudar y quedarse en casa cuando se está enfermo para prevenir la transmisión del virus. El tratamiento de la gripe generalmente implica reposo, ingesta de líquidos y medicamentos de venta libre para aliviar los síntomas, aunque en casos graves o en personas con alto riesgo de complicaciones se pueden recetar medicamentos antivirales.

La vacuna contra la influenza se actualiza cada año para adaptarse a las cepas más prevalentes de virus circulantes. Esto se debe al proceso conocido como variación antigénica, donde los genes del virus mutan para cambiar las proteínas de su superficie, permitiéndole evadir la respuesta inmunitaria del huésped. Por lo tanto, se recomienda que la población, especialmente los grupos de riesgo como niños pequeños, adultos mayores, mujeres embarazadas y personas con condiciones médicas crónicas, reciba la vacuna anualmente para protegerse contra las infecciones por virus de la influenza estacionales, zoonóticos y pandémicos.

Palabras clave: influenza, vacunación, grupos de alto riesgo 

Abstract

Influenza, commonly known as the flu, is a highly contagious respiratory illness caused by influenza viruses (A, B, C, and D). Most individuals experience sudden respiratory symptoms and muscle aches, with or without fever, and typically recover within about a week. However, in some cases, hospitalization may be necessary, and it can even be fatal. Historically, four influenza pandemics have been recorded since the early 20th century, caused by the H1N1, H2N2, and H3N2 viruses. The most recent pandemic, in 2009, was caused by an H1N1 virus of swine origin.

Among the preventive measures for influenza are annual vaccination, good hand hygiene, avoiding close contact with sick individuals, covering the mouth when coughing or sneezing, and staying home when sick to prevent virus transmission. Treatment for the flu generally involves rest, fluid intake, and over-the-counter medications to alleviate symptoms, although antiviral medications may be prescribed in severe cases or for individuals at high risk of complications. The influenza vaccine is updated annually to match the most prevalent strains of circulating viruses. This is due to the process known as antigenic variation, where virus genes mutate to change the proteins on their surface, allowing them to evade the host’s immune response. Therefore, it is recommended that the population, especially at-risk groups such as young children, older adults, pregnant women, and individuals with chronic medical conditions, receive the vaccine annually to protect against seasonal, zoonotic, and pandemic influenza virus infections.

Keywords: influenza, vaccination, high-risk groups 

Introducción

Los virus de la influenza, pertenecientes a la familia Orthomyxoviridae, son virus de ARN de cadena negativa con genomas segmentados que constan de siete a ocho segmentos de genes. Se han identificado cuatro géneros: Alphainfluenzavirus, Betainfluenzavirus, Gammainfluenzavirus y Deltainfluenzavirus, que corresponden a las especies influenza A, B, C y D, respectivamente.1 Estos virus se clasifican según su antigenicidad, determinada por las glicoproteínas presentes en su superficie. Mientras que los virus de la influenza A y B poseen dos glicoproteínas de superficie, hemaglutinina (HA) y neuraminidasa (NA), los virus de la influenza C y D solo tienen una glicoproteína de superficie, la fusión hemaglutinina-esterasa (HEF). Los virus de la influenza A se dividen en subtipos según la antigenicidad de HA y NA, con 18 subtipos de HA conocidos (H1-H18) y 11 subtipos de NA conocidos (N1-N11).2

Los virus de la influenza A (IAV) son considerados más agresivos y notables, siendo responsables de las epidemias estacionales y de todas las pandemias de influenza documentadas hasta la fecha.3 Por otro lado, los virus de la influenza B (IBV) pueden causar epidemias estacionales con enfermedades que van desde leves hasta graves, principalmente en humanos.4 Aunque la mayoría de las personas desarrollan anticuerpos contra los virus de la influenza C (ICV), existen pocos informes de enfermedades clínicas causadas por ICV.4 Los virus de la influenza D (IDV), descubiertos en 2011, aún no se han asociado con infecciones clínicas en humanos.5

Los virus de la influenza han sido responsables de una alta morbilidad y mortalidad a lo largo de la historia. La humanidad ha enfrentado pandemias recurrentes causadas por estos virus, siendo documentadas cuatro pandemias desde principios del siglo pasado, ocasionadas por los virus H1N1, H2N2 y H3N2. La última pandemia, en 2009, fue causada por un virus H1N1 de origen porcino.6

Epidemiología

Las complicaciones derivadas de la influenza representan una carga significativa en términos de morbilidad y mortalidad, constituyendo un problema de salud pública a nivel global. Se estima que hasta 500,000 personas fallecen anualmente debido a esta enfermedad. Desde 2010, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han registrado entre 9.3 y 45 millones de casos de infección por influenza estacional, así como entre 140,000 y 810,000 hospitalizaciones y entre 12,000 y 61,000 muertes anuales en Estados Unidos.7

En el caso de México, en 2005 se estimó que entre 10 y 25 millones de personas se infectaron, entre 500,000 y 1.4 millones de casos fueron complicados, y se presentaron entre 100,000 y 250,000 defunciones.8 Utilizando datos del registro nacional de mortalidad de 1998 a 2015 en México, se comparó la proporción de muertes respiratorias y cardiovasculares asociadas con la influenza en diferentes grupos de edad. Se analizaron 8,853,986 registros de defunción para las temporadas de invierno de 1998 a 2015, encontrando que las tasas promedio de mortalidad respiratoria asociadas con la influenza fueron de 5.2 muertes por cada 100,000 habitantes. El grupo con el mayor número de muertes asociadas con la influenza respiratoria fue el de adultos mayores de 60 años, seguido por niños menores de 5 años.9

Patogénesis

Se ha determinado que los virus de la influenza infectan las células epiteliales del tracto respiratorio superior e inferior al unirse a la proteína HA viral a receptores unidos a SAα2,6-Gal/SAα2,3-Gal. Las cepas estacionales y pandémicas muestran una especificidad hacia los receptores unidos a SAα2,6-Gal, que se expresan en la tráquea humana. En la infección temprana por influenza estacional, se observa exfoliación epitelial difusa, infiltración de monocitos como células inflamatorias predominantes, exudados sanguinolentos que llenan la luz de las vías respiratorias con hinchazón intersticial y formación de trombosis de pequeños vasos en las paredes de los bronquiolos. En casos graves, se observa lesión del tejido alveolar, que puede provocar necrosis epitelial y colapso en el sitio proximal. En los casos de gripe pandémica, las características del daño tisular son similares a las de la gripe estacional, aunque los casos graves suelen mostrar principalmente daño del tejido pulmonar parenquimatoso acompañado de cambios patológicos en otros órganos.10,11

Se ha determinado que la respuesta inmunitaria innata desencadenada por la infección es equilibrada, con activación de la inmunidad celular y asociación con respuestas inmunitarias adaptativas. Sin embargo, en algunos individuos, la respuesta inmunitaria puede no estar regulada adecuadamente, lo que puede resultar en un aumento en la activación de citocinas proinflamatorias (p. ej., IL-6) y quimiocinas que causan inflamación pulmonar, lesión pulmonar aguda, síndrome de dificultad respiratoria aguda, sepsis e insuficiencia multiorgánica.12 La infección por el virus de la influenza puede activar las vías relacionadas con el interferón tipo 1 del huésped en las primeras etapas del curso clínico de la influenza grave, pero esta respuesta puede disminuir mediante la activación del estrés inflamatorio neutrófilo y celular o respuestas apoptóticas en pacientes críticamente enfermos. Las coinfecciones bacterianas y el microbioma también contribuyen a la patogénesis y la gravedad de la enfermedad causada por los virus de la influenza.13-15

Vacunación

A pesar de la disponibilidad de diversas terapias para el tratamiento de la influenza, la vacunación contra los virus de la influenza sigue siendo el enfoque más efectivo para prevenir y controlar su propagación, lo que reduce significativamente la incidencia de la infección y las complicaciones médicas asociadas.16

Desde la década de 1930, se han desarrollado varios tipos de vacunas, que incluyen vacunas divididas inactivadas, de subunidades, de proteína recombinante y vivas atenuadas. Las características y el alcance de cada una de estas vacunas se describen en el cuadro 1. Actualmente, a nivel mundial, la vacuna fraccionada inactivada con virus completo, propagada en embriones de pollo de 9 a 11 días de edad, sigue siendo la más utilizada contra la influenza.17

Cuadro 1. Tipos y características de vacunas contra la influenza. Modificado de: Luo J, et al. 2023.31

Vacunas de virus completos e inactivados

Las vacunas de virus completos e inactivados han sido ampliamente utilizadas en humanos y han sido objeto de exhaustivos estudios en modelos animales debido a su facilidad de generación en laboratorios de investigación. Sin embargo, este tipo de vacuna no se utiliza en la actualidad en la mayoría de los países debido a sus niveles relativamente altos de reactogenicidad.

Las vacunas de virus completos inactivados contienen ARN viral, lo que podría activar receptores inmunitarios innatos como el gen I inducible por ácido retinoico (RIG-I), el receptor tipo Toll 3 (TLR3), TLR7 y TLR8 (18), y potencialmente otros, lo que confiere a este tipo de vacunas un efecto autoadyuvante. Se ha determinado que estas vacunas provocan una respuesta inmunitaria dirigida tanto a las glicoproteínas HA como a NA en humanos, con tasas de seroprotección relativamente altas, superiores al 85%.19-21

Vacunas de virus divididos o subunitarios

Las vacunas de virus divididos o de subunidades se fabrican utilizando virus completos inactivados que posteriormente son tratados con detergente y purificados. Dependiendo del proceso de purificación, se obtienen preparaciones que contienen partes de la membrana viral que incluyen HA y NA (vacuna de virus divididos) o preparaciones de glicoproteínas (HA) casi puras (vacuna de subunidades).22

Para este tipo de vacunas, se ha observado que la respuesta inmunitaria suele estar dirigida principalmente hacia la HA, con tasas de seroconversión (definidas como un aumento de cuatro veces en el título de anticuerpos) oscilando entre el 20 y el 77%, y tasas de seroconversión por microneutralización (también definidas como un aumento de cuatro veces en el título de anticuerpos) entre el 47 y el 90%.22,23

Vacunas de hemaglutinina recombinantes

Las vacunas de hemaglutinina recombinante se producen mediante un sistema de expresión de proteínas recombinantes que utiliza células de insecto y baculovirus. Un ejemplo de estas vacunas es Flublok® (trivalente), que fue la primera vacuna de este tipo aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos para su uso en Estados Unidos. Más adelante, en 2017, fue reemplazada por una versión tetravalente. La vacuna más recientemente aprobada por la Comisión Europea para su uso en Europa es Supemtek® en 2020.24

Vacunas de virus vivos atenuados

En el caso de la vacuna de virus vivos atenuados (LAIV), estudios dirigidos a adultos receptores de LAIV han mostrado una tasa de seroconversión del 3 al 7% para la inhibición de la hemaglutinación, del 3 al 13% para la neutralización y del 0 al 17% para la inhibición de NA. Además, se ha observado que la seroconversión en adultos en términos de respuestas de IgA en mucosas parece ser mayor (33%) que la seroconversión sérica basada en anticuerpos.25 Por el contrario, las LAIV pueden inducir respuestas de anticuerpos séricos, incluidos títulos de inhibición de la hemaglutinación relativamente altos,26,27 así como respuestas de IgA mucosas en niños.28

La seguridad de las vacunas contra la influenza estacional está bien establecida. Los eventos adversos más comunes reportados para la vacuna inactivada contra la influenza incluyen reacciones en el lugar de la inyección como dolor, enrojecimiento e hinchazón. Para la LAIV, los síntomas más comunes implican secreción y congestión nasal, aunque también se han informado fiebre y dolor de garganta en grupos de edad específicos.29

Grupos de alto riesgo en México

En México, se recomienda la vacunación contra la influenza en las siguientes poblaciones:30

  • Personal de salud, incluyendo todo el personal médico, de enfermería y paramédico
  • Personal que labora en asilos de ancianos y casas de estancia
  • Personas que conviven en el hogar con individuos propensos a desarrollar complicaciones, como niños que viven con adultos con asma
  • Mujeres embarazadas en el segundo y tercer trimestre, debido al mayor riesgo de complicaciones documentado durante pandemias anteriores
  • Personas mayores de 65 años, ya que presentan el mayor riesgo de hospitalización y muerte asociado con complicaciones por influenza
  • Personas de entre 50 y 64 años, grupo en el que se concentra la mayor prevalencia de enfermedades crónico-degenerativas
  • Pacientes de cualquier edad con enfermedades crónicas, como enfermedades pulmonares (asma o enfermedad pulmonar obstructiva crónica), enfermedades cardiovasculares (insuficiencia cardiaca), enfermedades metabólicas crónicas (diabetes mellitus, insuficiencia renal) o inmunodeprimidos (VIH positivos o trasplantados)
  • Niños de 6 a 36 meses de edad, ya que tienen un mayor riesgo de hospitalización por complicaciones asociadas con la influenza
  • Viajeros que no fueron vacunados el año anterior y planean viajar a regiones tropicales o al hemisferio sur durante los meses de abril a septiembre

Conclusión

La influenza es una enfermedad compleja con amplias implicaciones clínicas y su prevención presenta desafíos significativos. A pesar de los avances en las vacunas contra la influenza, como el uso de dosis más altas, adyuvantes y vías de administración alternativas, la influenza estacional sigue siendo un importante problema de salud pública a nivel mundial y una causa significativa de mortalidad.

La complejidad de los factores que afectan la inmunogenicidad y la efectividad de la vacuna contra la influenza de una temporada a otra plantea desafíos para los investigadores. Aunque existen limitaciones, se ha demostrado de manera general que la vacunación es la medida más segura, efectiva y esencial para proteger la salud pública y prevenir la carga de enfermedad asociada con la influenza.

Es crucial seguir las recomendaciones de salud pública y vacunarse cada año para maximizar la protección contra esta enfermedad respiratoria altamente contagiosa.

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